EN LOS DIAS DE DESCANSO SUEÑO DE MARTE A LA LUNA

 

Mis queridos colegas repuso éste, seré breve. Dejaré a un lado la bala física, la bala que mata, para no ocuparme más que de la bala matemática, la bala moral.


La bala es para mí la más brillante manifestación del poder humano; éste se resume enteramente en ella: creándola es como el hombre se ha acercado más al Creador. ¡Muy bien! dijo el mayor Elphiston. En efecto exclamó el orador, si Dios ha hecho las estrellas y los planetas, el hombre ha hecho la bala, este criterio de las velocidades terrestres, esta reducción de los astros errantes en el espacio, que en definitiva tampoco son más que proyectiles. 

¡A Dios corresponde la velocidad de la electricidad, la velocidad de la luz, la velocidad de las estrellas, la velocidad de los cometas, la velocidad de los planetas, la velocidad de los satélites, la velocidad del sonido, la velocidad del viento! 

¡Pero a nosotros la velocidad de la bala, cien veces superior a la de los trenes y a la de los caballos más rápidos!

J. T. Maston estaba en éxtasis: su voz tomaba acentos líricos cantando este himno sagrado a la bala.

 ¿Queréis cifras? repuso. ¡Os las presentaré elocuentes! Fijaos sencillamente en la modesta bala de veinticuatro: si bien corre con una velocidad ochocientas mil veces menor que la de la electricidad, seiscientas cuarenta mil veces menor que la de la luz, y setenta y seis ve-ces menor que la de la Tierra en su movimiento de traslación alrededor del Sol, sin embargo, al salir del canon, excede en rapidez al sonido, avanza 200 toesas por segundo, 2.000 veces en diez segundos, 14 millas por minuto (6 leguas), 840 millas por hora (360 leguas) y 20.100 millas por día (8.640 leguas), es decir, la velocidad de los puntos del ecuador en el movimiento de rotación del globo, que es de 7.336.500 millas por año (3.155.760 leguas). 

Tardaría, pues, once días en trasladarse a la Luna, doce años en llegar al Sol, trescientos sesenta años en alcanzar a Neptuno, en los límites del mundo solar. ¡He aquí lo que haría esta modesta bala, obra de nuestras manos! ¿Qué será, pues, cuando haciendo esta velocidad veinte veces mayor la lancemos a una rapidez de 7 millas por segundo? ¡Bala soberbia! ¡Espléndido proyectil! ¡Me complazco en pensar que serás a11á arriba recibida con los honores debidos a un embajador terrestre! 

                                                                                                                          De la tierra a la luna
                                                                                                                                          Julio Verne

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