YO TAMBIEN ESTUVE AHI

 


Durante el día, donde caminamos como si deslizáramos suspiros por las calles de la ciudad, me encuentro yo, una figura solitaria entre la multitud. Envuelta en el manto de la incertidumbre y la determinación, avanzo con paso firme hacia el corazón del tumulto, como si fuera la última mujer en la tierra.

La manifestación se yergue como una tempestad silenciosa, un eco de voces clamando por justicia en un mundo sumido en la oscuridad. Mis compañeros de lucha se alzan a mi lado, sus rostros iluminados bajo los rayos de sol, con sus ojos ardiendo con la pasión de la resistencia.

Con valentía y determinación, nos lanzamos hacia el frente de batalla, donde los antimotines acechan como sombras en las calles. Pero no somos meros mortales enfrentándonos al peligro; somos los últimos bastiones de la esperanza en un mundo que se desmorona a nuestro alrededor.


Fui una de las primeras en recibir el embate de la brutalidad policial, cuando los gases lacrimógenos y los chorros de agua cayeron sobre nosotros como una lluvia de desesperación. Sentí el ardor en mis ojos y la presión en mi pecho, pero no retrocedí. Avancé con bravura, mis pasos resonando en las calles vacías como un eco de determinación.

En medio del caos y la confusión, perdí a mi amado entre la multitud, su figura desvaneciéndose en la oscuridad como un sueño efímero. ¿Dónde está ahora? ¿Fue arrastrado por las manos de la brutalidad policial o se perdió en la multitud? La incertidumbre pesa sobre mí como una losa, pero sigo adelante, alimentada por la esperanza de encontrarlo entre los escombros de la batalla.

Cuando los refuerzos de la fuerza policial llegaron, nuestras filas se dispersaron como hojas al viento, y me vi sola una vez más, envuelta en la multitud de rostros extraños y con incertidumbre. Pero no me rendiré. Seguiré luchando por la justicia y la libertad, como una voz solitaria, hasta que la luz finalmente prevalezca sobre las tinieblas que nos rodean.

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